viernes, 11 de enero de 2008

King, ¿por qué en lugar de dar la murga y ponerte melodrámatico te pones a componer una de tus canciones? ¿Qué hay de aquella de Dios y el perro? Sabes cual te digo, la que tenía un rancio sabor a gospel pero que en realidad era su caricatura. Casi estaba completa, sólo faltaba ponerle la música, unas cuantas notas por aquí y allá y el resto dejarse poseer por la mística de la improvisación. ¿No la habrás destruido? Te creo capaz. Era una buena letra, divertida y provocativa...

Escucha, viejo. Ni nos estamos distanciando, ni seguimos caminos distintos. Entre otras razones porque tanto tú como yo ni tenemos donde caernos muertos y el jazz es nuestro único refugio; y eso que las más de las veces se porta con nosotros más como una puta que como una mujer fiel. Pero yo asumo mi destino y no me pongo a lloriquear igual que haces tú... Te conozco demasiado King y sé perfectamente por donde vas. A ti te gusta idealizar todo lo que yo hago. E imaginarme mil idilios imposibles porque así puedes rebajarte más y caer en tu jodida autocompasión. Pero no esperes que yo te ayude en eso. El epitafio te lo clavas tú y nadie más. Y nadie se convierte en heroe por remojarse en alcohol.

La foto de Peter Spallanzani metiéndose una botella de ginebra entre pecho y espalda no puede convertirse en tu modelo. Así que deja estar a Peter, negro. El no va a regresar de entre los muertos. Y tú no eres él. Así que te espero lo suficiente fresco para una ensayo de medianoche en el sotano del Flowerton store. Aléjate del alcohol y sobre todo de la morfina. No me hagas que tenga que repetírtelo cada vez. Si quieres, una vez allí te tomas una birra y te fumas un petardo. Pero lo justo para mantener el tono y dejar que surja la magia...

Por cierto, ¿dónde narices metiste el contrabajo? No lo vi la última vez que fui a visitarte a la pensión...

Buddy

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